Hay multitud de acontecimientos que inducena pensar o a concebir la vida como algo cíclico y recurrente de forma que por el hecho de que algo tenga un principio ha de tener inexorablemente un final. En todas las mitologías, excepto en las derivadas del judaísmo, el tiempo y la vida se expresa y se entiende de una manera cíclica en la que existe un comienzo, un perido de juego y un ocaso que una vez superado da paso a un nuevo periodo de juego.
Los signos de que la realidad efectivamente es de esa manera son muy claros y evidentes: La explosión de la vida, su ocaso con la muerte y de nuevo la creación de vida; el pausado transcurrir de las estaciones con la primavera transformandose en un verano que acaba derivando en un otoño que finalmente declina en un invierno que termina muriendo para dar paso de nuevo a una primavera; o la historia de las sociedades humanas que no son más que un continuo de experimentos en el que diversos modelos sociales son ideados, ensayados y fianlmente desechados y substituidos por otros más o menos nuevos, generalmente, al menos hasta ahora, de una forma bastante traumática.
La propia esencia de la vida es el cambio. Oponerse a ello y no querer reconocerlo es un esfuerzo futil y abocado al fracaso. No querer afrontar la necesidad de cambio acaba colocándote allí dónde nunca quisiste estar, donde solo se saborea la amargura que produce la consciencia de haber desperdiciado el tiempo.
"And then the one day you find ten years have got behind you
No one told you when to run, you missed the starting gun.
And you run and you run to catch up with the sun, but it's sinking
And racing around to come up behind you again"
Pink Floyd Time
Siento que he llagado al final de un ciclo. Mi modelo de vida, como le ocurre a los modelos políticos y sociales, o a las estaciones, está exhausto y agotado, no da más de sí, y yo, ahora mismo, estoy bastante confuso y atribulado. Hace cosa de un mes me di cuenta de que había llegado a la siguiente encrucijada, de hecho llevaba ya un tiempo en ella, esperando a que algo ocurriese, y que era el momento enfrentarme con ello y elegir. Don Quijote echaba mano de Rocinante para tomar esas decisiones, era el caballo quién escogía la senda a recorrer. Yo ahora echo de menos no tener un rocín que me ofrezca ese servicio. La última vez que me encontré en esa situación fué hace 5 años. Acababa de terminar mis estudios, llevaba un año trabajando y aunque por primera vez en mi vida tenía una relación sentimental estable todo desentonaba y no había forma de encontrar un poquito de equilibrio. Me pasé un tiempo escondiendo la cabeza, negando la realidad y esperando que ocurriese algo que ordenase todo aquello de alguna manera que me resultase satisfactoria. Evidentemente nada ocurrió y fue, finalmente, mi padre quién me dió el empujón que me sacó de aquello. Como resultado me pasé un año viendo mundo, leyendo mucho y gastándome el dinero que había ahorrado. Mi primera relación estable, como es de imaginar, no aguantó, cuando se me acabó el dinero volví a casa con cara de niño bueno, me puse a currar de nuevo en algo que me aburría bastante pero que me permitió, pagaban muy bien, ahorrar dinero y montar una empresa para poder trabajar en algo que no me aburre nada en absoluto, aunque a veces me desespera (no se puede tener todo ¿no?) y llegar hasta aquí, por cierto sin ninguna relación estable, siendo consciente de mis capacidades y con la seguridad de ser capaz de encontrar el camino para disfrutar de mi vida. Esa ha sido la última estapa de mi vida, la que se está acabando.