pepe dixit

02 abril, 2007

El niño y la coctelera

Hace unas semanas compré una coctelera. Por capricho, evidentemente, y también porque en el fondo y en la superficie sigo siendo un crio al que le gusta jugar a ser lo que no puede ser. Así que el primer coctel que preparamos fue el brebaje que engulle en todas sus películas el señor Bond. Una medida y media de martini para aromatizar los hielos y siete medidas de vodka para alegrar el cuerpo, a ver si, por casualidad (¿por qué no?), aprendemos, o se nos pega, algo de las maneras del señor espía.

Después del lingotazo llegó el sueño, y de que manera, y la siguiente pregunta ¿Cómo es posible que alguien, después de beberse un par de copazos de estos, pueda primero trajinarse a la chica después matar al malo y finalmente volverse a dar otro revolcón con la chica? Porque yo, en el mejor de los casos, si consiguiese levantarme del sillón, lo más probable es que matase a la chica, y no por éxtasis sexual precisamente, el aburrimiento sería más plausible, y acabase en la cama con el malo.

Igual por eso sigo siendo un crio, con poca mañana para las mujeres. Solo igual.