pepe dixit

25 marzo, 2006

4181 El hombre es el único animal que tropieza N veces en la misma piedra (Con N tendiendo a infinito). O porqué la vida es un círculo. O de cómo poner excusas

La semana pasada fuí a renovar mi DNI añadiendo así un nuevo capítulo a mi historia de desencuentro con la burocracia y el proceso de ordenamiento y uniformización civil que controla este sistema social en el que vivimos. Esta vez solo han sido 6 meses de retraso y no me han puesto multa ni me ha tocado pagar nada "extraordinario". La verdad es que no recuerdo si la otra vez (solo he renovado 2 veces el DNI en toda mi vida) pagué alguna sanción o no, pero en mis cuentas estaba hacerlo dado el retraso con el que acudía a poner mi documentación en orden; asi que el no tener que pagar nada más que las tasas normales puso algo de alegría en mi mirada cuando me lo dijeron.

Al DNI y documentaciones similares yo no les tengo mucho aprecio por dos motivos: El primero es que yo me llamo Pepe (o José, dependiendo del grado de formalidad requerida, bueno ¡Que coño! ¡Me llamo Pepe! Otro día os cuento el por qué) y me apellido Sevilla y también me apellido Ruiz, pero en el momento que me dieron el DNI pasé a llamarme 71124059 y me convertí en un número más. Tal vez sea un maniático un poco rarito, pero sinceramente me gusta más mi nombre de letras que mi nombre de números. Por lo menos tengo el consuelo, bastante tonto, de que me tocó un número grande. El segundo motivo es que no me gusta hacer las cosas por imposición, al menos si no pagan por ello, y aún asi tengo difcultades. Cuando me encuentro en una situación de imposición suelo convertirme en un ser bastante cabezón y cerril y mira tú por dónde me da por llevar la contraria. Según todo esto no es de extrañar que no pasase por la comisaría a pedir ni nuevo nombre hasta 3 meses antes de empezar la universidad, porque ni poniendo cara de bueno me dejaban matricualrme y mi madre empezaba a sufrir más de lo que es sensato hacerlo (De hecho ni siquiera me dejaban hacer el exámen de selectividad).

Lo curioso es que las dos veces que he tenido que renovar mi DNI el motivo ha sido el mismo: Viajar, y más concretamente hacerlo en avión. Con un DNI caducado te ponen mala cara cuando quieres subir al avión. Completé el círculo hace un mes. Hace un més al igual que hace 5 años y medio la empleada de la compañía aérea me informó que no me iba a ser posible montar en el avión porque mi DNI no era válido. Estaba caducado. Hace un mes, al igual que hace 5 años y medio, fingí y puse cara de sorpresa: ¿Cómo es posible que se me haya pasado por alto ese detalle? ¿Mira que no darme cuenta que tenía que renovarlo? La diferencia es que esta vez si que conseguí subir al avión (es que cuando pongo cara de niño bueno tengo una sonrisa encantadoramente irresistible) y hace cinco años y medio no me quedó más remedio que hacerme un pasaporte deprisa y corriendo en la comisaría del aeropuerto. Supongo que no resulté muy creible cuando afirmé con sonrisa cándida y estúpida que durante los 2 últimos años no me había dado cuenta que tenía el DNI caducado. (En aquel momento, después de que la amable señorita me dijese que no colaba, también pensé en alegar que no había tenido tiempo de renovarlo. Afortunadamente me mordí la lengua antes de hacerlo).
Sandra, la novia que tenía por aquel entonces, debía de quereme un montón. No perdió la calma, más de lo razonable, ante la posibilidad de que sus vacaciones no llegasen a existir porque a su novio no le sale de las narices comportarse de una forma normal. No intentó asesinarme, y hasta me dió un beso cuando por fin estubimos montados en el avión (Un beso muy grande cuando leas esto). Esta vez no había novia de por medio, ultimamente me ha dado por la soltería, pero si un cliente que había pagado el billete de avión para mi y que me estaba esperando en Barcelona. Como no sabe nada de esto aún no le ha dado por pensar ¡Qué dónde se ha metido! y ¡Qué con quién está haciendo negocios! Pero solo es cuestión de tiempo...
Es curioso como andado el tiempo vuelves a encontrarte en las mismas situaciones y como vuelves a cometer los mismos errores exactamente de la misma manera. Es curioso como no aprendemos... He renovado el DNI porque este verano tengo intención de volver a viajar en avión y creo que volver a poner cara de niño bueno seguramente no vuelva a funcionar.
Lo cierto es que como dice mi padre ¡Coño hijo. Deja de poner excusas qué ya tienes 31 años! (¡Cómo odio que tenga razón!)

18 marzo, 2006

2584 Mal gusto

Entre las múltiples teorías sobre la vida que uno pergeña según va creciendo y le van ocurriendo cosas, hay una que formulé hace ya tiempo y de la cual hecho mano siempre que necesito navegar en medio del desconcierto que me causan unas veces mis propias pulsiones y otras veces la estupidez y la estulticia propia y ajena. La teoría dice que "Todo el mundo tiene algo de mal gusto" y podríamos llamarla Teoría sobre el Mal Gusto (Ya se que el nombre es evidente pero es que no doy para mucho más... Dios no me quiso sutil y no está en mis manos cambiarlo). Es muy sencilla que no simple porque en el fondo tiene mucha enjundia, muchísima, sobre todo cuando empiezas a medirte tú mismo según ese principio.

No conozco a nadie que no cumpla esa regla. A todos sin excepción nos gusta, en mayor o menor medida, algo cuya calidad y excelencia son más que cuestionables, por no decir que inexistentes, y sin embargo disfrutamos, a veces mucho, con ello. Pueden ser las hamburguesas del McDonalds, la música de los de operación triunfo, él Código da Vinci o El programa de Ana Rosa (por poner un ejemplo), y pude ser que además también te guste la cocina refinada, la música de Bach y las tragedias de Shakespeare. El buen gusto y el mal gusto no tienen porque ser mutuamente excluyentes en la misma medida que la bondad o excelencia de una cosa no viene determinada por el gusto o disgusto que nos produzca. Para los curiosos diré que el Código da Vinci lo leí en tres días (y por lo tanto ¡Si, me gustó! aunque el libro es malo hasta decir basta), a veces me como alguna hamburguesa en el McDonalds, no he visto en mi vida durante más de 5 minutos seguidos ni OT ni el programa de Ana Rosa y me gustan, entre otras muchas cosas (como por ejemplo las mujeres), la buena mesa, la música de Bach (mucho) y el teatro de Shakespeare.

Os cuento todo esto por lo siguiente: Si os fijáis en la columna de la derecha vereis que estoy leyendo un libro que se llama La hermandad de la piedra y trata sobre las peripecias de un ex asesino de la CIA que intenta huir de su pasado. Después de 80 páginas puedo dar fé, como ya sospechaba cuando lo compré (por eso lo hice), que el libro es bastante malo, tanto tanto que hoy mi hermana pequeña, sabedora de mi afición por la lectura, no se podido aguantar más y me ha preguntado ¿Cómo puedes leerte eso? La respuesta es muy sencilla: Tengo mal gusto, tanto que este tipo de libros, con moderación, me encanta. Se que son una porquería, que se me olvidan en seguida y que debo de leerlos sin el menor espíritu crítico porque si no tendría que tirarlos por la ventana pero... me resultan muy entretenidos, me ayudan a desengrasar la mente y el espíritu y mejoran la fluidez. Asi que de vez en cuando leo alguno.

No se si la causa del mal gusto en los demás es la misma, pero yo a veces necesito escapar y refugiarme en lo ordinario. La novela de Genji o Memorias de Adriano por ejemplo, son libros maravillos, muy hermosos, la música de Mozart es extraordinaria, el cocido de los domingos que hacen en casa cuando nos juntamos todos a comer me hece pensar que igual Dios existe y no le caigo del todo mal, pero a veces el cuerpo y la mente me piden otra cosa. A veces piden hamburguesas, a veces piden literatura ramplona. Afortunadamente aún no piden ni gran hermano ni operación triunfo. Afortunadamente siguen pidiendo mujeres hermosas (inteligentes también me valen, que no vamos a ponernos tiquismiquis, pero si se puede elegir...), buenos libros y días soleados.

15 marzo, 2006

1597 La piedra de toque

La ventana, abierta una vez más, dejaba pasar los rayos del sol que, esparciéndose por toda la habitación parecían concentrarse con especial encono en su rostro. No es que el despertar sea el momento más alegre del día, tal vez solo se despierta uno sin pereza ni añoranza del sueño cuando la noche no es más que oscuridad, un lapso un obstáculo que hay que salvar y que nos aleja y nos separa del objeto de nuestras ansias. En los demás casos el despertar nos expulsa de un mundo soñado en el que todo es posible y nos abandona en un mundo en el que aunque hagamos todo lo posible lo habitual es que la realidad se obceque en llevarnos la contraria. Aquella mañana sin embargo no se correspondió ni con un extremo ni con el otro así que, a decir de Santo Tomás, debió de ser una mañana virtuosa.

Desperezándose tranquilamente se sentó en la cama y se puso a observar por la ventana. La noche anterior había sido larga y como de costumbre vacía. Contemplando el parque que se encontrba enfrente de su casa podía ver claramente el camino que sesgaba los jardines. Entre los árboles que a modo de festón marcaban las orillas del camino se podía entreveer a un niño montado en una bicicleta. Le recordó mucho al niño que vivía dos pisos más abajo aunque no se atrevió a asegurar que fuese él. Siguió observando el camino durante un rato. El niño desapareció y su atención se transladó a una mujer que cargada con bolsas arrastraba tras de si a una niña que cosntantemente encontraba excusas para sentarse en el suelo, corretear por la hierba o marchar en dirección contraria a pesar de los continuos reproches de la madre, y entonces sin premeditación alguna cogió el teléfono y llamó a Mariana.

Mariana, como algunas mujeres, era una piedra de toque. En concreto lo era para él. No todas las mujeres son piedras de toque ni una misma mujer tiene porqué ser piedra de toque para varios hombres. Tampoco todos los hombres encuentran su piedra de toque. Una mujer como Mariana permite calibrar el grado de destreza, la maestría alcanzada en el arte de vivir. Enfrentarse con ella revela miedos y lagunas pués irremediablemente la situación y la mujer pasan a dominar por completo al hombre que se encuentra avanzando a ciegas y con la mente en blanco por un terreno muy proceloso pero, una vez alcanzado un grado de maestría suficiente el encuentro se convierte en un juego y el equilibrio de poder se iguala. No es extraño que un hombre acabe creyendose enamorado de su piedra de toque, y puede que realmente lo esté.

Mariana no tardó mucho en contestar. "Hola ¿Qué tal?" dijo ella. Ante ello él solo pudo contemplar su mente en blanco, el barullo de emociones que no acertaba a explicar y sentir el tiempo pasar. Una vez más todo había vuelto a detenerse. "¡A! Hola... ¡Si tú no eres Marta! ¡Qué tontería! Me he equivocado al marcar... Con eso de que las dos empezais por M" Algo muy parecido a esto debió de contestar al tiempo que esbozaba una sonrisa tonta en un intento de justificarse. Una excusa, tal vez muy tonta, desde luego socorrida fue lo único, nada de la diversión, nada del juego buscado afloraron en aquel momento a pesar de que podía sentirlos dentro de sí.

¿Cómo expresarlo? ¿Cómo hablar cuando todo se detiene y aunque sientes y comprendes no encuentras caminos por los que manifestarte? No dejaba de hacerse esas preguntas. Esta vez creía ser capaz de resolver el problema, pero como todas las anteriores volvió a sentirse como un niño, de nuevo fracasó ante los mismos escollos de siempre. Se sintió molesto consigo mismo, molesto por su falta de habilidad y por su escasa destreza. No parecía tan difícil hacerlo medianamente bien y sin embargo solo había conseguido hacerlo extraordinariamente mal. Se maravilló sin embargo de que de alguna manera, de alguna forma desconocida para él, sin saber cómo, había sido capaz de urdir una excusa, de construir un puente por el cual escapar y salir huyendo. Tal vez alegar que buscaba a otra persona fuese una excusa muy burda pero sin duda alguna un silencio prolongado o una payasada absurda hubiésen sido aún peor.

Apoyando las manos en el alféizar de la ventana contempló de nuevo el parque y los árboles que se apretaban junto al camino. El muchacho con la bicileta apareció de nuevo.

09 marzo, 2006

987 Mi puesto de trabajo


Este rincón que veis aquí ha sido mi puesto de trabajo desde el lunes de esta semana hasta hoy mismo. Espero no volver a ocuparlo, aunque si al final resulta que no soy tan bueno en mi trabajo como me ufano (y tal vez a Dios se le antoje castigarme por mi soberbia) deberé de de tomar posesión de él nuevamente el lunes. Está en la sala de cuadros de una etación de bombeo perdida en medio de la Tierra de Campos, que en verano cuando los campos de trigo están dorados por el sol es el lugar más hermoso del planeta.

No hay mesa, no hay silla, solo mi portátil y el muro (esta vez no demasiado alto) contra el que me he estado dando de cabezazos estos últimos días. Hace frio, hay humedad y hay poca luz. Además, trabajar ahí tirado da dolor de espalda (tengo los riñones molidos, busco unas manos que quieran acunarlos y estrmecerlos) y, hasta que no encontré el cartón de pordiosero sobre el que sentarme también daba dolor de culo. Si no fuese por lo del frio una experiencia húmeda y con poca luz tras la que acabas con dolor de riñones y agujetas en el culo sería considerada por cualquier mente razonablemente cultivada como un indicador de un encuentro sexual como mínimo muy satisfactorio, casi casi extraordinario aunque para eso quizás hagan falta unos cuantos arañazos en la espalda, pero lo más parecido que he obetenido estos días ha sido un desgarrón en el culo del pantalón al engancharme con un tornillo. Pero siendo muy sincero, a mi no me apetece reptir otra semana como está, por mucho que los síntomas puedan ser considerados de una forma tan perversamente deliciosa.

Hay más paralelismos entre mi trabajo de estos últimos días y una experiencia sexual reconfortante: Normalmente cuando termino con un proyecto no hago nada más en todo el día, (en esto no hay paralelismo, después del sexo, normalmente, si que soy capaz de hacer otras cosas), independientemente de la hora a la que se produzca el finiquito, así que hoy llegado a casa un poco antes de las 6 de la tarde. Desde entonces he merendado 3 veces, he descartado ir al gimnasio otras tantas, y he entrado en un estado de dulce abandono acompañado por una creciente sensación de cansancio y una sonrisa de felicidad (seguramente motivada por el hecho de que hoy no terminaré de currar a las 10 de la noche, con los lobos aullando, como los otros días y, bueno vale... lo confesaré: Porque el lunes cuando empecé no tenía ni idea, ninguna, nada de nada, de cómo se hacía lo que se esperaba de mi). Aquí nuevamente los rios vuelven a discurrir paralelos: En ninguno de los dos casos tengo la más mínima idea de cómo hacerlo cuando empiezo, y cuando termino solo me apetece comer, abandonarme y sonreir.

04 marzo, 2006

610 Las cuerdas de mi guitarra

Hace ya tres meses que se rompió la cuarta cuerda de mi guitarra. Como soy un poco indolente, de lo cual soy totalmente consciente, aún no la he reemplazado. Este acto de dejadez me ha permitido descubrir una cosa que me realmente me ha sorprendido: A pesar de tocar con una cuerda menos sigo haciéndolo igual de mal, no necesito esforzarme para hacerlo peor, quien me haya escuchado puede dar un triste testimonio de ello.

Aunque parezca absurdo, más de uno al leer esto asentirá con la cabeza (cada día estás peor, y eso que no tomas drogas), este es un hecho absolutamente transcendental que interpreto de una manera muy positiva: Mi inexistente destreza musical, porque no tengo ninguna en absoluto, es lo suficientemente robusta como para sobreponerse a cualquier infortunio, una rotura de cuerda por ejemplo, y permitirme seguir el camino, seguir pensando. Porque yo la guitarra la uso para eso, para hacer tiempo hasta que llegue la inspiración cuando no se me ocurre una solución a un problema o a un proyecto, cuando todo se detiene y no sabes por dónde continuar, cuando te sientes igual que un burro al que le han puesto dos montones de alfalfa delante y no sabe de cual comer. Entonces resulta que esta sigue apareciendo la invoque con 5 o con 6 cuerdas e independientemente de las progresiones de "des-acordes" que utilice. No deja de ser reconfortante saber que por muy mal que lo hagas siempre puedes descubrir un nuevo camino.

02 marzo, 2006

377 Hace 10 años...

Lo que sigue es absolutamente cierto. Ocurrió. Algunos de los protagonistas, la mayoría, hoy están casados o en estados similares (amancebados), tienen trabajos honrados y se hacen pasar por ciudadanos respetables. Sólo quedamos unos pocos, libres, sin miedo a la verdad, que aún recordamos fielmente los sucesos acaecidos aquella noche del 2 de marzo de 1996. Un pasado de crápula y vividor no puede ser enterrado tan fácilmente...
...
... Por mucho que se intente.