63252772 Cuando la mujeres manden
Arrastramos una herencia cultural que tiene parte de sus fundamentos en la discrimicación, la segregación y la minusvaloración de la figura de la mujer. Parece ser que el origen de estas normas culturales se encuentra en que la estructura social y cultural que actualmente tenemos deviene de sociedades que ensayaron la guerra y el pillaje como medio de garantizar su supervivencia. Dado que en ese escenario las capacidades del hombre aventajan a las de la mujer el resultado fué que se acabó primando la figura del hombre y relegando paulatinamente a la mujer a un papel, en el mejor de los casos, secundario. Una vez que la norma ha sido establecida, aún cuando ya no sea necesaria para el mantener el concierto social, por ejemplo por haber cambiado este, es muy difícil cambiarla sobre todo si tenemos en cuenta que una de las partes implicadas no está dispuesta en absoluto a abandonar la posición dominante en la que se ha establecido.
El panorama político y social actual muestra claramente que la violencia y el fanatismo son los dos mecanismos en torno alos cuales se articulan las reclaciones entre los hombres, por lo menos a escala global, y en muchas ocasiones también en entornos más cercanos y reducidos. Sin embargo en sociedades matriarcales o al menos en las que la mujer dispuso de un papel activo y paritario con respecto al hombre la predisposición de estas a resolver sus problemas por medio de la violencia y la intimidación parece ser que fue sensiblemente inferior a la de las sociedades gobernadas exclusivamente por hombres. En los restos arqueológicos de la civilización minóica, que floreció en la isla de Creta hace unos 4500 años y en la que según parece la mujer desempeñaba un papel activo y no marginal con respecto al hombre, no se han encontrado ni armas ni restos de fortificaciones militares, lo que parece indicar que no practicaban la guerra, mientras si que se han encontrado restos que indican que conocían la escritura y que muestran que culturalmente estaban mucho más avanzados que los pueblos que los rodeaban, aunque estos finalmente acabaron subyugándolos.
Viendo esto cabe preguntarse si el mundo no sería substancialmente distinto si hubiésemos dispuesto de una mayor participación de la mujer en las tareas de gobierno y concierto del mundo. Desde luego los hombres no lo hemos hecho especialmente bien. Los tiempos cambian, porque no les queda otra (lo que no quiere decir que siempre lo hagan a mejor), y es más que previsible, tal vez algunas me consideren un ingenuo o un estúpido optimista, que a medio plazo, al menos en lo que llamamos la sociedad occidental, el lastre cultural que arrostramos termine por desaparecer y la preponderancia del hombre frente a la mujer acabe desapareciendo.
Hace unos cuantos años un amigo mio, después de una discusión con la que ahora es su mujer y madre de su hija, me dijo más o menos, el tiempo y la memoria nunca se han llevado bien, lo siguiente "El día que las mujeres manden al mundo seguramente le irá mucho mejor, pero a nosotros los hombres, ¡Dios! nos va a ir realmente mal".
Ayer estaba probándome unos pantalones en una tienda. En el probador de al lado había una pareja que no cesaba de discutir. Finalmente el hombre acaba decidiéndose por uno de los pares de pantalones y se lo dice a la mujer: "Estos, estos son los que me gustan" La respuesta de la mujer me dejó anonadado. "¡No! ¡Esos no! Van a ser estos otros y en una talla más grande" El hombre intentó una timida réplica "Pero si esos no me gustan y, además, en una talla más grande..." La sentencia de la mujer no dejó lugar a ninguna duda "Cállate". Insisto: Cuando las mujeres manden, algo inevitable, al mundo seguramente le irá mucho mejor, pero a nosotros, los hombres ¡Dios! Nos va a ir muy mal.